Es tiempo de hacernos escuchar
Es esencial librar una batalla cultural, no se trata de ganar elecciones, se trata de ganar mentes.
Por: Lautaro Velázquez
Todas las generaciones tienen su momento de brillar. Todas. Cada una, a su manera, tiene algo que decirle al mundo. Pero también es cierto que todo tiene su tiempo, un momento en el que una generación lidera, y otro en el que inevitablemente cede su lugar. La historia es un ciclo donde unos ascienden y otros se desvanecen.
¿Por qué ocurre esto?. Porque las sociedades tienen “momentos”. Hay épocas en las que las personas están preparadas para aceptar ciertas ideas y rechazar otras. Hoy llamamos a esto "lo políticamente correcto".
Se trata de acuerdos tácitos sobre qué es aceptable, ya sea en lo cultural, económico o social. Cosas que casi nadie se atreve a cuestionar.
Y aquí es donde empieza la brecha generacional. Las generaciones jóvenes rara vez se sienten representadas por las mayores. Hay algo en lo que piensan, hacen o dicen los mayores que choca, que no encaja.
Esa disonancia genera frustración, una sensación de que el mundo ya está “cocinado” y no hay forma de cambiarlo.
Pero, ¿sabes qué? Eso es una mentira. Las creencias dominantes se pueden cambiar. Sí, los supuestos culturales moldean lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. Pero no son inmutables. Las mismas personas que son moldeadas por esas ideas pueden desafiarlas y transformarlas. No es magia, es trabajo.
Si tuviéramos que describir el presente de Uruguay (y ojo, hacerlo desde adentro siempre es complicado), diríamos que estamos en una etapa donde el Estado es el protagonista absoluto. Desde el Partido Nacional hasta el Frente Amplio, todos celebran el rol del Estado como si fuera la solución a todos los problemas.
Lo ven como la gran herramienta para el progreso, pero también como un medio para acumular poder: repartiendo cargos públicos entre militantes, otorgando favores a empresarios amigos, o simplemente ignorando la igualdad ante la ley.
Neodesarrollismo
Este modelo tiene un nombre: neodesarrollismo. En teoría, se trata de usar al Estado para impulsar el desarrollo económico mientras se mantiene estabilidad macroeconómica, se fomenta la inversión y se abren nuevos mercados.
Suena bien en papel, pero en la práctica nos deja con miles de empleados públicos ineficientes, corrupción galopante, bienes de mala calidad, pérdida de empleo privado y un costo de vida altísimo.
¿Y sabes qué es lo más preocupante? Que esto se ha vuelto “normal”. Casi nadie lo cuestiona. Pero es hora de que alguien lo haga. Es hora de que una nueva generación tome el control.
Gramsci lo llamaría un interregno: un momento donde lo viejo no termina de morir, pero lo nuevo todavía no ha nacido. Estamos en ese limbo, y es esta nueva generación, que aún permanece en las sombras, la que tiene el rol histórico de romper con los supuestos culturales que nos estancan.
Esta generación no es como las anteriores. Tiene hambre de libertad, detesta los privilegios de los políticos y entiende el poder de las redes sociales para conectarse y comunicar. Pero para cambiar Uruguay, no puede repetir las fórmulas de siempre.
Primero, no hay espacio para el victimismo. Si esperas que alguien te salve, estás perdido. Esta generación necesita valentía, necesita polarizar. Sí, polarizar. En momentos de crisis, la tibieza no es una opción. O estás del lado del cambio o estás en contra. Punto.
Reconozcamos algo: hoy el status quo no nos favorece. Pero eso no es excusa para rendirse. Es un llamado a luchar con más fuerza.
La batalla cultural
Segundo, es esencial librar una batalla cultural. No se trata de ganar elecciones, se trata de ganar mentes. Cambiar los paradigmas culturales no se logra con leyes, sino transformando lo que las personas creen, valoran y aceptan como normal. Esto requiere estrategia, recursos y, sobre todo, paciencia.
Por último, nunca olvidemos todas las veces que fuimos ignorados. Recordemos cómo los políticos actuales, especialmente el Partido Nacional, prefirieron quedar bien con el Frente Amplio antes que escuchar a esta generación. Ese desprecio tiene que ser el combustible para algo más grande.
Esta nueva generación necesita todo lo que a la anterior le faltó: huevos, coraje y visión. El momento es ahora. ¿Estamos listos?.
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